Sabes que no vas a volver

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Todo sucedió durante la primera noche de mi Erasmus. Aquella noche el sueño no llegaba a alcanzarme. Dirás que sería por la emoción de estar por fin en Bélgica. Quizá lo que me impedía conciliar el sueño era el hecho de intentar dormir tapada con el abrigo y con una bolsa de calcetines como almohada, o serían los picores insoportables que me provocaba el colchón de la polvorienta habitación que me había sido asignada. Pero yo sé que se debió a los pensamientos que me asaltaron esa noche. En mitad de aquella nueva oscuridad se encendió la llama de una pequeña duda: ¿y si no vuelvo a España jamás? Y las lágrimas se derramaban silenciosas pensando que quizá no vería envejecer a mi perro, o a mis padres, que no formaría parte de las vidas de mis hermanas, o de mis amigos. Aquel fue el primer momento en que me planteé que esa nueva aventura podría alejarme para siempre de lo que consideraba mi vida.

Nada más lejos de la realidad. Pronto las lágrimas de tristeza se convirtieron en largas noches de fiesta seguidas de interminables turnos en el hospital. De nuevos idiomas, nuevas amistades, ganancias y pérdidas, independencia como nunca antes, responsabilidades y muchas, muchas ganas de volver a casa. Mi tiempo en Bélgica llegó a su fin, y yo me alegré como nunca de estar de nuevo en Madrid.

A mi regreso adoré ese periodo de inactividad laboral, ¿para qué iba yo a engañarte? Disfruté de cada momento con todos y cada uno de mis amigos. Largos paseos con los perros. Días caseros en familia. Excursiones a todas partes. Me sentí extremadamente feliz. No echaba de menos estudiar, ni trabajar, ni tener dinero, ni mucho menos estar en otro país, pero tarde o temprano la realidad amenaza con agitar los pilares de tu existencia y toca tomar una decisión. Después de un glorioso año ni-ni me vi en la obligación de demostrarle a mis padres (y a mí misma, pero menos), que podía trabajar en cualquier sitio si quisiera. No en España, claro; eso no era tan fácil.

Así que pasé mis entrevistas, arreglé todos mis papeles y tomé un avión destino Londres-Gatwick. Ese día de finales de junio llegué a la bonita ciudad de Oxford sin más expectativas que unos meses más en el extranjero, un año como mucho. Tampoco me preocupaba el tiempo, pues si algo me había demostrado el Erasmus era que aunque parezca que nunca vas a volver, al final siempre vuelves y todo resulta incluso mejor que antes. Así pues, abracé una vida nueva con un trabajo de verdad, salario de verdad, facturas de verdad y todo lo demás. Un buen puñado de fiestas siempre en español (y en portugués o italiano) ayudan a asentarse a cualquiera.

Poco a poco van pasando los meses y los años, el verano termina, las sombras de la noche vienen para quedarse por mucho más tiempo del que recordabas y las estaciones dejan de tener sentido. Primavera en julio e invierno de noviembre a abril… de locos. Los nuevos amigos aparecen y desaparecen de tu vida, la rutina te resulta demoledora, has cogido dos, tres, o cuatro kilos, llevas meses sin ver a tu familia y parece que el mundo se va a acabar de un momento a otro. Pero no te vas. Te planteas una fecha y, según se acerca, ya no lo tienes tan claro: hay alguien más en tu vida y es difícil quitarle importancia. Sabes que no funcionará si te vas. Temes arrepentirte el resto de tu vida de aquella oportunidad que abandonaste para siempre. Te quedas. Y entonces, una noche de enero (puede que incluso la misma que tres años atrás), la historia se repite. Esta vez en una habitación que tú misma has elegido y decorado, en una cama grande y cómoda, con ese primer novio con el que decides irte a vivir. Esa noche aquella duda que una vez prendió en tu pecho se enciende de nuevo y arde con fuerza. Esa duda ahora es una certeza bastante razonable: puede que no vuelvas a España jamás. Te paras a pensar en cómo es tu vida en esas fechas señaladas en que aterrizas en Barajas y para ti todo es igual. Vuelves y retomas cada conversación donde la dejaste el mes pasado.

Pero no es igual, no lo es. Ahora eres la que vive fuera. No te enteras de la mitad de las cosas que te cuentan porque ya no sabes ni de quién están hablando. Vives en recuerdos de hace unos meses o de hace tres veranos, que para ti son vívidos, como si acabaran de suceder, pero que para el resto es Historia Antigua. Has pasado a ser ese miembro mudo del grupo de WhatsApp que solo habla cada dos lunas llenas para comentar sobre feminismo o sobre Trump, o para felicitar a aquel en eso que ha conseguido. En definitiva, ya no formas parte de lo que creías que era tu vida pero tampoco quieres pensar que tu vida ahora consiste en un contrato indefinido en otro país y una cara a la que miras por las mañanas. Pero es evidente que es así. Ya no es incertidumbre sino realidad. No vives en España, probablemente no vas a quedarte en este agujero de país que es el Reino Unido por mucho más tiempo, pero sabes que la cerveza barata y las tapas gratis se han terminado para ti. Toca empezar a cambiar el hello por hallo y el bye por tschüss. Danke schön y auf wiedershen vendrán pronto para quedarse.

Porque aquella primera noche en Bélgica tuve esa sensación de que quizá no volviera a casa y, aunque en seguida desapareció, entendí que una vez que experimentas que la vida en otro país es posible y que puede incluso ser agradable, ya no hay vuelta atrás. Mis padres se harán mayores, mis perros morirán, quizá mis hermanas y amigos tengan hijos y seguramente me lo siga perdiendo todo. Solo queda esperar que algún día la suerte se ponga de nuestra parte y nos reciban con los brazos abiertos y llenos de oportunidades. No estamos fuera porque nos guste estar lejos, sino porque nos han echado.

Cristina Sánchez desde Oxford, Reino Unido.

Rincón Migrante

El Rincón Migrante nace para recopilar todo el material que nos llega a través de las redes sociales. Muchos de esos testimonios hablan del sentir del migrante lejos de casa: anhelos, frustraciones, rabia, esperanza... Este será vuestro rincón, para que vuestros poemas, vídeos, cartas, reflexiones... no caigan en el olvido. También queremos recopilar las muestras de apoyo a nuestro movimiento. Así como recopilar imágenes de monumentos, esculturas y obras de arte dedicados a la emigración. Marea Granate no se responsabiliza de las opiniones contenidas en los relatos publicados en el Rincón Migrante, que son particulares de quienes los han escrito.

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11 Comments

  1. Esthercita 13/02/2017 at 21:05

    Totalmente identificada… llevo ya 5 años fiera de España y estas navidades han sido las primeras en las que he sentido todo eso…. el sentir que ya no tienes conexiones en España… que allí la vida ha seguido sin mi.
    Yo considero que salir es luchar, por supuesto que si… porque si después de varios años de universidad, idiomas, master y doctorado no decido pelear por trabajar de lo mío, se me caería la cara de vergüenza frente a mi misma y a mis padres, que se mataron para que yo pudiera estudiar todo eso.
    Ánimo a todos… sobreviviremos.

  2. Nerea 13/02/2017 at 16:29

    Mil gracias por tu relato, ese sentimiento lo conocemos muy bien los que estamos fuera. Crees que aunque te hayas ido de tu país por causas forzadas podrás volver en algún momento aunque cada vez que más pasa el tiempo más complicado lo ves. ¡Qué decir de aquellxs que crean familias en sus países de residencia!
    Lo que está claro que un migrante pasa por muchas emociones y sentimientos que son difíciles de explicar incluso a nuestros más allegados.
    Un saludo y un abrazo grande desde Dublín 🙂

  3. Amara 13/02/2017 at 15:52

    Gracias por compartir tu experiencia, emociones y por tu valentía! Hay gente que está bien fuera y otra que quiere volver. Gente que lucha y gente que no. Todo son elecciones de vida y todo tiene sus ventajas y sus dificultades. Ser consciente de ellas, reflexionar sobre las mismas y darle el valor que tienen para la persona es parte del proceso vital.

    Tu relato ha sido un regalo y una mirada de la realidad que entiendo y comparto. Felicidades y gracias por regalar esa mirada. Un abrazo desde Japón!

  4. Alberto 13/02/2017 at 14:45

    Magnífico relato, creo que es una situación parecida a la que muchos vivimos.
    A los que más abajo han escrip criticando menospreciando el relato les diría que salir de casa también abre la mete.
    Quedarse en España para que papá te pague la vida o para que te exploten no es más digno. E irse fuera no implica dejar de luchar, somos muchos los que seguimos fuera peleando por lo nuestro y también son muchos los que se quedan para hacerlo, es una decisión personal e igualmente loable.

    Felicidades a marea granate por estos relatos, que me encanta leerlos y saber que hay gente en mi misma situación.

  5. Belén 13/02/2017 at 14:28

    Tristán: no se te ha invitado a juzgar la experiencia personal de la narradora. La vivencia subjetiva no tiene nada de demagógica. Además, esto es un espacio de respeto a la pluralidad. Por favor, dirígete con respeto a quienes vienen aquï generosamente w crear conocimiento colectivo.

    ToroBravo, ¡espero leer pronto tu propio relato! ¡Ampliemos el abanico de realidades diferentes!

  6. Lovainita 13/02/2017 at 13:23

    El rincón del migrante nace para compartir historias personales de la gente que se ha ido fuera, juzgar los motivos o los sentimientos que una tiene cuando emigra de esta forma tan inquisitiva me parece bastante inadecuado.
    El irse o no, no influye en la lucha que se lleva a cabo, tan loable es la decisión del que se queda y lucha dentro del Estado como el que se va fuera y sigue luchando (sino Marea Granate no existiría), o incluso la gente que no lucha porque tiene otras preocupaciones como por ejemplo tener varios trabajos para llegar a fin de mes. Decir que los que vivimos fuera tenemos trabajos maravillosos y que estamos estupendamente, pues es fantástico ToroBravo que tu no quieras volver y estés maravillosamente y no tengas nostalgia, pero hay personas que no tienen esa misma perspectivas ni vivencias.
    Gracias Cristina por compartir tu experiencia, me reconozco en algunas partes de su texto, gracias por compartirlo!
    un beso desde la belgique!

  7. María 13/02/2017 at 13:12

    Muchísimas gracias por el relato Cristina. Creo que muchas personas nos hemos sentido muy identificadas con tu historia y vivimos ese día a día con esa incertidumbre (o con esa posibilidad cada vez más certera de que no vamos a poder regresar)
    Un abrazo grande desde Francia!

  8. Aurich 13/02/2017 at 12:57

    @ToroBravo @Tristan. Obviamente nadie le ha puesto un cuchillo pars irse, pero como a mi, no tenemos ganas de que nos tomen el pelo ofreciendo 11 horas de trabajo por 1000 euros. Vivimos con la esperenza de un futuro mejor, porque no el ahora sino el tiempo futuro es lo que nos mantiene en el extranjero. Es más que legítimo y comprensible quejarse del sistema al mismo tiempo que se está fuera. A mi me dijeron que si estudiaba conseguiría un trabajo. Y eso no ha sido así. (No me vengais con la chorrada de «no te creas lo que te dicen » que esa ya me la sé).
    Tristán, no te enorgullwzvas de estar en España amigo. Si has conseguido algo potable, bravo. Si estás poniendo el c*** para que te lo revienten tus jefes, vergüenza me daría.

  9. Tristán 13/02/2017 at 11:15

    Demagogia. Esta chica está muy cómoda con su vida allí y ni siquiera se plantea volver. Añora cosas? Normal. Lo ha intentado aquí, en Españ? Pues parece ser que poco. La mayoría de la gente no se va: lucha y se queda. Eso es un hecho. Y eso de que se van los mejores es una falacia igual que decir que se van los peores. Pero las cosas no son blancas o negras, son situaciones personales y a nadie le ponen un cuchillo en el cuello para emigrar. Si te vas me parece bien, pero no te quejes del sistema, porque somos muchos más los que nos quedamos, aún ganando menos; y luchamos aquí por lo que queremos aquí, cotizando y tributando aquí.

  10. ToroBravo 13/02/2017 at 9:53

    Pues como decia mi profesor de estadistica, no se puede extraer conclusiones de 1 solo caso. Esta chica nadie la ha echado, se ha ido porque ha querido, estudiar una carrera con un alto indice de paro es una eleccion propia (no del estado), la cual lleva a unas consecuencias, si estudio filologia indica del siglo Xv, no puedo pretender trabajar en un pueblo de 5000 personas de lo que yo estudie y ganando 4000 al mes.Conozco a decenas de personas que estan mucho mejor fuera que dentro de España, con unos trabajos cojonudos, con un sueldo cojonudo, y muy contentos de volver a España solo de vacaciones (yo entre ellos).

  11. Jose Saa 13/02/2017 at 8:24

    Una realida bien reflejada! Te entiendo perfectamente…Un abrazo desde Australia!

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