Visita de Marea Granate a la embajada de España en Uruguay el 12 de octubre

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Que en España no tenemos mucho que celebrar es algo que salta a la vista. Para las personas que hemos emigrado, un total de 232.000 en solo 12 meses, la fiesta del 12 de octubre (“la fiesta de todos”, según el gobierno) nos parece directamente un insulto.
Y es que, visto desde fuera, el espectáculo de asalto a lo público y de corrupción económica y moral con el que nos están obsequiando las élites que dirigen el tinglado desde la transición y más allá es, sencillamente, dantesco.
En Uruguay, el 12 de octubre se conmemoró el pasado martes 14, con el formato habitual: recepción en la embajada con 3.000 invitados y un mensaje claro: en España no pasa nada. Todo va guay, salimos de la crisis, el ébola no nos consta y las tarjetas black o Bárcenas son detallitos sin importancia. Venga, tome otro canapé y mire qué bonito es todo.
Huelga decir que entre tanto colectivo presente (descendientes de españoles, autoridades locales, mucho uniforme, empresarios, transnacionales, un par de futbolistas y un señor de Burgos que pasaba por allí) no se encontraba ni una sola de las 5.000 personas que hemos llegado a Uruguay, tirando por lo bajo, en estos últimos 18 meses. Y como no nos invitaron a entrar, decidimos celebrarlo fuera.
Uno de los objetivos de Marea Granate en Uruguay es, precisamente, combatir el mensaje triunfalista que el gobierno lanza usando las embajadas, instituciones públicas que pagamos entre todos, con el fin de justificar su gestión (o lo que sea que haga gente como Mato, Gallardón o Wert), a veces llegando al surrealismo.

Y así todo.

Y así todo.

En este país hay casi 60.000 uruguayos con derecho a voto en España, y prácticamente todo el mundo tiene un abuelo gallego, hermanos viviendo en nuestro país y mucho interés por lo que está ocurriendo. Así que confrontar no es una buena idea: la ironía (algo que aprendimos en el 15M) funciona mucho mejor.
Recuperar ideas brillantes es algo bueno, así que cuando un compa za-ra-go-za-no recién llegado nos enseñó Oregón TV (y si no conocen este canal ya están tardando) decidimos reciclarlo en Montevideo. Hay que decir que participar en estas acciones es algo complicado: hemos tenido casos de compañeros que, trabajando para la cooperación española, han recibido toques de atención (poco sutiles) por participar en escraches o protestas. Cosas del tipo “el embajador está disgustado contigo”, con un riesgo real de que se traduzcan en represalias laborales.

Así, la tarde del martes,  vestidos de rigurosos simpatizantes y votantes del Partido Popular, fuimos hacia la embajada y nada más llegar empezamos a repartir los folletos a los invitados. La combinación de ropa rancieta, sonrisa profidén y recio acento español despiertó la curiosidad de la gente, que no podía entender por qué no nos dejaban entrar, siendo españoles. Unos minutos después, nos plantamos frente a la entrada principal de la embajada. Un policía español, con uniforme de gala y aire de satisfacción salió literalmente corriendo hacia el interior, a informar de la llegada de los subversivos. Los policías uruguayos, sin embargo, nos dejaron hacer sin problema: aun nos cuesta acostumbrarnos a la ausencia de tensión en nuestras protestas. En España la UIP ya estaría frente a nosotros, pidiendo carnés y amenazando con detenciones si nos quedábamos.

Pero cuando comenzamos a cantar, pasó algo curioso: un funcionario de la embajada se acercó al semáforo situado a unos metros, que está en rojo, y se puso a hablar con el conductor de una furgoneta electoral. Uruguay celebra elecciones en una semana y está llena de vehículos que atronan la ciudad con consignas y canciones partidarias. El camioncito, perteneciente al conservador Partido Nacional, retrocedió y aparcó en doble fila a dos metros de nosotros…y puso en marcha los altavoces a plena potencia. El tipo de la embajada, con una sonrisa de oreja a oreja, nos miraba desafiante. La situación era tan surreal  que ni nos enfadamos: seguimos con lo previsto, gritando a voz en cuello. Quince minutos después era tan evidente que intentaban reventar la protesta que se debieron avergonzar y le dijeron al conductor que ya podía irse  (a lo que este, servilmente, accedió de manera inmediata). Se produjo un silencio roto por una petición: “¡repetidlo!”. Y es lo que hicimos: numerito musical, lectura de manifiesto, reparto de folletos y conversación con los invitados que entraban.
Cuando nos retiramos, dentro sonaba el himno nacional; en ese momento llegó un camión de reparto con hielo y canapés. Como había hambre la consecuencia fue inevitable: “¡Ese canapé/te lo he pagado yo!” coreamos bajo la pancarta institucional con el nombre de las empresas patrocinadoras del evento. Que, curiosamente, coincidían en un ochenta por ciento con las que han financiado, según los papeles de Bárcenas, ilegalmente al PP durante decenios.

¿Qué por qué hacemos esto? Pues porque, aunque nos hayan echado, no nos resignamos: vamos a continuar dando guerra estemos donde estemos. Y lo haremos por nosotras y por vosotros, que estáis en España soportando carros y carretas: gracias a vuestro esfuerzo, podremos volver a un país mejor.

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3 Comments

  1. Tamara 19/10/2014 at 16:13

    Hay mucho de verdad en lo que aquí se escribe… Pero me temo que en otras muchas cosas, sólo es cosa de la ira. Por mucho que pese, esta fiesta no es todo dinero público, sino que está financiada por empresas españolas que no, no todas son corruptas (al menos a este lado del mundo) y que siendo de personas uruguayas, se sienten muy españolas. Y precisamente eso es algo que caracteriza al país. La cantidad de españoles es tal que, si encima se les invitara a todos vendría la posición hipócrita de: qué bien que nos han invitado a todos, aunque están gastando tanto. Porque al final, de este artículo también se desprende cierto desdén por no haber sido invitados. De todas formas, sí había gente de todos esos españoles que han llegado en los últimos meses invitada a la fiesta y no por comulgar con todo lo que el gobierno español dice (si no, no estarían aquí). Así que la frase de “ni una sola de las 5.000 personas que hemos llegado a Uruguay” es igual de demagoga que lo del “mensaje triunfalista”.

    • Marea Granate – Uruguay 20/10/2014 at 15:57

      ¡Hola Tamara! Gracias por comentar. Mira, nosotras hacemos una distinción clara entre las empresas locales, fundadas por españoles (o no), y las transnacionales españolas, desde el Santander a Telefónica o Endesa, pasando por Indra e Iberia. ¿Y por qué distinguimos? Porque entendemos que las primeras son producto del esfuerzo de quienes las llevan, están integradas en el tejido económico local, dan trabajo a gente y cumplen con sus obligaciones tributarias. En cambio las segundas tributan en paraísos fiscales, financia ilegalmente a partidos políticos, controlan medios de comunicación y muestran una muy escasa tendencia a contribuir en los países donde hacen negocios.
      Por último, podrás o no estar de acuerdo, pero es innegable que la embajada transmite una visión poco ajustada a la realidad de lo que está ocurriendo en España; en cuanto a si se ha invitado o dejado de invitar a la gente que está llegando, que quede claro: no es por no ir a ponernos moradas de canapés. El hecho es que no conocemos a nadie, del entorno de los nuevos migrantes (que en general se ponen en contacto con Marea Granate para cuestiones prácticas, aunque solo sea porque la embajada está muy ocupada contando qué bien va todo en la madre patria y tal) que haya recibido la invitación de marras. Y nos resulta significativo. Un gran saludo.

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