12 de octubre. Nada que celebrar, mucho por reconstruir, reparar y dialogar
Marea Granate reflexiona, con motivo de la fiesta nacional, sobre la necesidad del diálogo entre quienes piensan distinto y el respeto por la diversidad de los pueblos y las culturas.
12/10/2017.- El día 12 de octubre aparece impregnado de matices y sensibilidades diversas según a quién se le pregunte por él. Para algunas personas es el día de «la pilarica», otras piensan en el desfile de las fuerzas armadas y su famosa cabra de la Legión, a otras les es totalmente indiferente… Para quienes vivimos fuera, es el único día del año en el que algunas embajadas invitan a jamón y una excusa para poder hablar nuestra lengua de origen y ahogar la nostalgia en un Rioja patrocinado por el embajador de turno. Entre quienes son suficientemente mayores, el día trae recuerdos del antaño mal llamado «Día de la Raza» que, luego, pasaría a ser conocido como «Día de la Hispanidad», fiesta nacional. «Nacional», palabra difícil, con sentidos y connotaciones de todo tipo. Y es que, para otra mucha gente, el 12 de octubre de 1492 representa el inicio de un proceso de violenta imposición cultural, política y militar, de exterminio de pueblos, lenguas y culturas; de expolio de sus recursos, violación de las mujeres e interminables abusos de poder. Este día también es, para muchas personas, símbolo de violencia cruda.
Es una fecha difícil, controvertida y dolorosa para muchas personas. Por eso, en Marea Granate hoy no queremos festejar, sino aprovechar la ocasión para reivindicar una democracia verdadera. Lo que tenemos ahora mismo en nuestro país no puede llamarse un gobierno democrático, sino una oligarquía política que detenta el poder en diversas formas desde hace generaciones y que, a través de ciertas estrategias discursivas y movimientos mediáticos, viene consiguiendo que el electorado desestime alternativas políticas reales y que se afiance un pensamiento único. Esta oligarquía se impone en las urnas a través de la idea-espejismo de que la única opción válida es la suya, la que conviene a los mercados y trae un supuesto equilibrio. Cuentan, además, con el apoyo de la monarquía, las fuerzas de seguridad del Estado y gran parte del organigrama judicial. Encima controlan el sistema educativo y a muchos medios de comunicación.
La batalla que emprendemos hoy nada tiene que ver con una lucha interna o fratricida, sino que consiste en desafiar esta narrativa hegemónica que coloniza las mentalidades y no beneficia a la gente ni permite que nos movilicemos. Aunque el sistema actual es, a todas luces, injusto (ya que provee de privilegios a quienes están arriba mientras patea a las clases populares), las ideas de dios, patria, rey, selección española, hispanidad y lengua común siguen calando hasta el punto de nublar nuestras conciencias y que sigamos perpetuando, con nuestros votos y nuestra inacción, una estructura de poder que nos roba la dignidad.
Cuidado con creerse la Historia única
De acuerdo con lo dicho, valoramos, más que nunca, la pluralidad y las diferencias que nos caracterizan y nos oponemos a los relatos únicos de la Historia. La riqueza cultural, la variedad de idiosincrasias, las diferentes lenguas que se hablan en nuestro país no deberían ser motivo de discordia alguna. Aquí hay espacio para todo el mundo. Disponer de un espectro tan plural de costumbres, lenguas y tradiciones dentro del Estado nos enriquece enormemente. Deberíamos sentirnos afortunadas de tener a nuestro alcance tantísima variedad cultural que experimentar de primera mano.
Sin embargo, con sus políticas represoras, sus medidas austericidas y sus intereses oligárquicos, quienes nos gobiernan pretenden aislarnos y enfrentarnos. Nos manipulan y desinforman para que no haya respeto, solidaridad, apoyo mutuo, ni organización colectiva. Nos distraen, nos marean y, mientras tanto, ¡venga recortes y venga pérdida de derechos! Pero no nos cabe duda de que la paz y la unión entre personas y pueblos son los únicos caminos viables para hacer frente a las crisis globales múltiples en las que estamos inmersas.
No hace falta estar fuera del país para ver claro todo esto, pero como personas emigradas, quizás nos es más fácil comprender lo peligrosísimo, y a la vez ridículo, que es que hoy se esté hablando de «dos bandos en conflicto», pese a que el tema es en realidad mucho más complejo y polifónico (y tiene siglos de antigüedad, que dan para muchos matices). Altos cargos políticos y periodistas de ciertos medios se llenan la boca hablando de inconstitucionalidad, actitudes antidemocráticas, leyes intocables… cuando, en realidad, desde la democracia, lo urgente es condenar la desidia y la obstinación ciega de quienes nos gobiernan y ahora apalean. Por ello, condenamos el desinterés de nuestros representantes políticos a la hora de solucionar los terribles efectos de la mal llamada «crisis» de nuestra sociedad, denunciamos su incapacidad manifiesta para dialogar. Repudiamos la impunidad con la que, ignorando el mundo que les rodea, los gobernantes toman las más irresponsables decisiones, así como su constante falta de respeto hacia la ciudadanía que, en parte, les votó.
Cuidado con olvidar la(s) historia(s)
¿Es posible que no hayamos aprendido nada del pasado? Tanto en 1492 (cuando se perpetró la conquista de Granada y de las Américas), como en 2017, la idea de «unidad y grandeza» de España se ha impuesto a fuerza de golpes, sangre y manipulación. Desde Marea Granate, condenamos la brutal e inaceptable represión policial ejercida por el Estado español el pasado 1 de octubre (denunciada incluso por organismos internacionales como Amnistía Internacional), que fue una respuesta excesiva a la insistencia del Govern catalán en convocar un referéndum, declarado al mismo tiempo legal (por el Parlament de Catalunya) e ilegal (por el Tribunal Constitucional). Esta represión ha provocado un clima político y social cada vez más hostil al diálogo.
En este río revuelto y emponzoñado, los pescadores que se llevan las ganancias son, por el momento, la ultraderecha y los movimientos fascistas, cada vez más presentes en las calles (españolas y del exterior) haciendo gala de su acostumbrada violencia criminal.
Malos tiempos para la democracia son estos en los que la comunidad española tiene que celebrar su «fiesta nacional» en una atmósfera de confrontación como la que hoy se vive en nuestro país de origen. Desde el exterior, queremos reivindicar nuestra pluralidad intrínseca y contar estos otros relatos menos mediáticos: la violencia que entraña este proyecto de España única, cerrada, racista, misógina y violenta que, al menos desde 1492, viene arramblando contra los grupos sociales más vulnerables y aniquilando como una apisonadora la diversidad y cualquier conato de hacer política moderna decente, empezando por el reconocimiento mutuo de todas las partes de este conflicto y la necesidad imperiosa de diálogo, ni más ni menos.
En la confusión y las tensiones del presente, es difícil lograr una visión global y desinteresada de lo que nos está ocurriendo; por eso, es de vital importancia hacer un esfuerzo colectivo por entender otras posturas, opiniones, mentalidades y cosmovisiones. Si deseamos una convivencia solidaria y pacífica entre los diferentes pueblos y personas, hay que empezar por fomentar el diálogo y trabajarnos el respeto y la empatía hacia quienes piensan de otra manera. Hablemos con nuestras vecinas, con la gente que nos rodea, tratemos de ponernos en el lugar de aquellas personas a las que nos cuesta entender.
En pocas palabras: es preciso dialogar, reconocer las diferencias y respetarlas
Reivindicamos la emancipación de todos los pueblos del mundo y el respeto a su historia y sus culturas. Apostamos por la preservación de la diversidad en todas sus formas, para que no se reduzcan a una única versión de la historia que anule las diferencias. ¡Aprendamos a convivir! No machaquemos a quienes piensan diferente, ni repitamos los mismos errores del pasado contra los Derechos Humanos y la tierra. El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.
En nuestras manos está establecer nuevas miradas sobre este momento histórico, abogar por la justicia social, la tolerancia y el respeto incondicional. Por todos estos motivos, invitamos hoy a la reflexión colectiva sobre nuestras historias y nuestros presentes, para encontrar la mejor manera de encaminarnos hacia un futuro mejor, más allá del colonialismo, las desigualdades, el despotismo y la violencia impune.
Desde Marea Granate creemos que, queramos o no, la cuestión catalana es un problema que hay que afrontar desde lo democrático. Y España, como Estado plurinacional que es, no puede seguir escondiendo lo barrido debajo de la alfombra. Sus relaciones y su mirada a las naciones internas y externas (aquellas cuya colonización se celebra el 12 de octubre) deben ser despojadas del enfoque colonialista desde el que se sigue actuando, de la mano del mercado capitalista global.
Estamos aquí de paso, la patria es una ilusión, una convención histórica y arbitraria. La tierra que habitamos no le pertenece a nadie, debemos compartirla. Nuestra única esperanza es llegar a ser capaces de cohabitar el mismo espacio pacíficamente. Ya lo gritamos en las plazas hace seis años y no nos cansaremos de repetirlo: no somos mercancía en manos de políticos y banqueros.
Exigimos a quienes nos gobiernan que dejen de sembrar el odio y actúen con responsabilidad. Hoy no hay nada que celebrar, más bien al contrario: nos queda mucho por reconstruir, por reparar y por dialogar.
2 Comments
apórtala
Todo lo que decís es solo una parte de la verdad y ese es el problema. Falta la otra parte