Irse, volver y volver a irse

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Mi historia es un poco diferente porque cuando empezó la crisis, yo estaba fuera. Me fui con una beca MAEC de gestión cultural al Centro Cultural de España, CCE, en Paraguay (de la Red de Centros Culturales de AECID) y allí estuve dos años y medio. Luego ocurrió que la directora del CCE de Paraguay se movía al Centro Cultural de España en Bata, Guinea Ecuatorial, y tuve la oportunidad de ir con ella y trabajar allí hasta principios de 2014. Fueron dos experiencias buenísimas, en lo personal y en lo profesional.

Me había ido en 2008, el año que Zapatero había ganado por segunda vez y poco a poco me fui enterando de que había crisis en España. La prima de riesgo, el rescate, los recortes, las mareas, los desahucios, el 15M… todo lo he conocido desde fuera, siempre pendiente de las noticias y en contacto con la familia y los amigos.

En febrero de 2014 cerré etapa en Guinea Ecuatorial e hice las maletas. No vuelvas, no vuelvas, me decía todo el mundo, que esto está fatal… Pero volví. No sabía con qué idea, pero de momento, volví. Después de casi seis años viviendo en países veraniegos, vuelve a casa de tus padres, en pleno invierno, sin trabajo, a empezar de cero… en fin. Acababa de nacer Podemos, todo el mundo fumaba cigarritos de liar, yo no sabía qué era el coworking y me sorprendió que todos los bares tenían terrazas con estufas.

Intenté abrirme camino. Mandar CV, ir a sitios, registrarme en todo tipo de portales de empleo, hablar con mucha gente… En seguida se me cayó el alma a los pies al ver el panorama. Si antes era ventajoso tener algún contacto, ahora parecía imprescindible. Si antes optaban a cada puesto 50 personas, ahora optaban 500. Pasaban sobre todo dos cosas, una, que no hay movilidad, la gente está mal pero no suelta su trabajo, y otra, que cada vez somos más personas, y personas cada vez más cualificadas (porque mientras encuentras algo te sigues formando para llenar tu tiempo y con idea de que te dé puntos) optando a escasísimos puestos, la gran mayoría de los cuales tienen una condiciones de absoluta vergüenza ajena.

Al principio buscaba de todo, desde Ministra de Cultura hasta cajera en el Día. ¿Por qué no? Además, quería montar un sellito editorial, por lo que si trabajaba en algo que no era de lo mío pero me daba dinero, podía “emprender” (dentro risas). Después me centré y buscaba solo de lo mío. Para trabajar en cualquier cosa, siempre tenía la opción de irme fuera. Si voy a ser cajera, mejor serlo en otro país donde pillo un idioma y conozco cosas nuevas.

Algunos de los pocos puestos ofertados me iban como anillo al dedo (es mi perfil, me buscan a mí…) pero no pasaba ni la primera criba. ¿Estaré haciendo algo mal? ¿Estará dado de antemano y se publicita solo por obligación? ¿Les echará para atrás que he estado varios años fuera?

Estuve dos años y tres meses en España, trabajando en algunas épocas y haciendo algunos cursos. Uno de ellos, algo que siempre me había apetecido, profe de español, muy de moda. Y aunque mi idea había sido quedarme, empecé a mirar para irme fuera. Y en junio vi una oferta y no me lo pensé. Me vine dos días después de llorar a mares con los resultados electorales. Llevo seis meses en India trabajando de profesora de español en un colegio.

El español está en alza en India y veo que aquí tengo opciones. En España NO tengo opciones y lo que es peor, siento que nos toman el pelo. Si esto fuera una crisis de verdad y no hubiera recursos en las instituciones o las empresas, yo trabajo por menos salario del que me correspondiese, pues no es lo más importante para mí (aunque todos queremos ganar dinero, obvio) pero no es una crisis, es una estafa, y mientras estás de “vigilante cultural” en Matadero —tras superar el proceso de selección con 211 inscritos— con tu máster y tus idiomas cobrando 364 brutos por media jornada en turnos rotativos que te avisan el día antes, las contratas intermediarias que ganan los concursos, se forran.

Se puede pensar que en India, con mi salario de 620 euros estoy ganando poco, pero la vida aquí es muy barata, estiro el dinero y ahorro mucho más que si estuviera en España.

No creo que emigrar sea un drama, drama es el tema de los refugiados de Siria o los desahucios. Yo diría que es más bien una putada (con perdón); te vas porque lo ves como única solución si quieres trabajar, prosperar, etc. Y nunca lo llamaría exilio, porque no lo es, no frivolicemos. Tampoco pienso que sea más valiente el que se va frente al que se queda (son opciones personales que toma cada uno en función de su situación, circunstancias, etc.), valiente fue mi abuelo y con él toda una generación, que emigraba sin saber lo que les esperaba, sin hablar idiomas y sin apenas haber salido del pueblo.

Si se mira el lado positivo, al emigrar ganas más cosas de las que pierdes. Además de trabajar, es una experiencia de vida, sales de tu entorno, conoces nuevos sitios, nuevas personas y te enfrentas a situaciones que seguro ni te imaginabas. Todo te hace crecer. Además hoy en día estamos muy viajados y hablamos idiomas. Y con skype, whattasap y demás puedes sentirte muy cerca de tu familia y amigos; con las páginas de colectivos emigrados, blogs, facebook, etc. (y por supuesto la Marea granate, gracias a quien está detrás dedicando su tiempo) accedes a mucha info útil y si quieres, entras en contacto con muchos compatriotas (info sobre la ciudad, compartir piso, reventa de billetes, ofertas de trabajo, quedadas…). Todo suma y todo ayuda.

Mi hermana pequeña también se fue de España al terminar su grado en Historia del Arte en 2013. Le apetecía probar suerte en alguna ciudad interesante y sobre todo: en España no se perdía nada. Lleva tres años en Alemania, trabajando y estudiando y no tiene en mente volver.

Mientras, mi padre, con dos hijas emigradas y sin ser especialmente derechoso, vota al PP porque le parece la opción menos mala. Le da miedo “lo que pueda venir”. Y así nos va.

Creo que toda esta situación tiene que ver con nuestra ausencia de sentido crítico como sociedad (nos gobiernan los mismos que nos saquean y engañan porque así lo queremos) y con un modelo de sistema que está agotado y que algunos se niegan a cambiar. Por el camino, nos pasan muchas cosas: los recortes, los desahucios, la pérdida de poder adquisitivo, la crisis de valores, el paro… y también nosotr@s, l@ emigrad@s. Yo siento que algunos ya no tenemos sitio en ese modelo.

No sé cuánto durará mi experiencia aquí pero creo que a nuestro país le queda mucho para levantar cabeza. Y mientras eso ocurre, algunos hacemos nuestra vida fuera viendo cómo a (casi toda) la clase política no solo le damos igual sino que le viene bien que nos vayamos, somos votos que no le restan. ¡Si es que está todo pensado!

Andrea.

Rincón Migrante

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