La historia de Sofía
— 19/12/2016 3 1840Mi historia comienza en octubre de 2012 cuando, tras muchos meses sin trabajo en España, decidí seguir a mi hermano, que ya se encontraba fuera: concretamente en Guernsey, una isla del Canal de la Mancha de la cual nunca antes había escuchado hablar. Él estaba trabajando allí de enfermero y me comentó que había mucho trabajo y que, con lo sociable que yo era, el idioma no tendría por qué ser un problema (él también se vio obligado a buscar trabajo en el extranjero 6 meses antes, y acabó en Guernsey).
Mi primer mes fue muy duro, ya que no podía comunicarme. No entendía la TV, ni la radio… y el poco inglés que sabía no me servía para hacerme entender. Todos los días me preguntaba por qué en España seguimos doblando las películas (¡no tenía oído ni para entender “chair”!).
Encontré mi primer trabajo al cabo de mes y medio en una empresa de limpieza donde me pagaban el salario mínimo y trabajaba por horas. Un hombre mayor de allí nos hacía de chófer y aquella era mi única posibilidad de practicar el inglés, ya que mis compañeras eran rusas, lituanas… y se aislaban en otros grupos por su nacionalidad.
A veces llegaba llorando a casa de la impotencia de no poder hacerme entender, de no poder ser yo misma. Con los meses, empezamos a conocer a más andaluces en la isla. La gran mayoría de ellos trabajaban en el mismo hotel. Cuando surgía una vacante, se intentaba ayudar a un amigo en España. Así es como conseguí mi segundo trabajo allí. Yo tenía experiencia de camarera, en catering, en hoteles… pero no hablaba inglés. Me contrataron con la condición de aprender el idioma.
Ahora, cuando pienso en esos meses, no sé de dónde saqué las fuerzas para trabajar de cara al público en un hotel de 4 estrellas sin hablar inglés. Gracias a personas como Carmen, Nuria, Paco y Luis, que me apoyaron. Os tengo que contar mi truco: apuntaba en chuletillas lo que tenía que decir a los clientes y, cuando me contestaban, repetía como un papagayo con las mismas palabras a mis compañeras lo que me habían dicho. Sólo en este momento soy consciente de mi valentía y de que vencí mi vergüenza: ¡nadie nace sabiendo!
Estuve en esa empresa 3 años (en dos hoteles de 4 y 5 estrellas respectivamente). Me dieron muchos cursos de protocolo, servicio, inglés, todo pagado por la empresa. Aunque siempre existe una cara negativa y es que: ¡vivíamos explotados bajo la máxima de vivir para trabajar! Cambios de turnos cada dos por tres, turnos solapados (salir del tuyo y cerrar el servicio de una boda), etc.
Tuve la fortuna de vivir en esa época con mi hermano (afortunado que pudo alquilar una casita), pero mis amigos tuvieron que compartir sus pisos en peores condiciones.
Guernsey es una isla muy clasista: para residir aquí necesitas la licencia que te proporciona tu trabajo. Dependiendo de tu trabajo, tienes un tipo de licencia y aspiras a una clase social y a un salario. Los más afortunados pueden alquilar casas, mientras que los demás están condenados a vivir en alojamientos compartidos, que te ofrecen algunos hoteles. Las condiciones son muy estrictas para alquilar un piso: desde que no acepten fumadores (lo veo normal), pero ni animales, ni niños.
Al ser una isla muy pequeña, está todo muy controlado. Una vez que consigues trabajo y, en consecuencia, tu licencia de residente es cuando puedes abrir una cuenta en el banco (proporcionando una carta de tu trabajo). Aunque quieras cambiar de empleo, ya no se te permite cambiar la licencia: estarás ganando siempre más o menos el mismo salario, que será acorde con tu clase social impuesta…
Llegó un día que decidimos ayudar juntos a mis padres (llevaban mucho tiempo desempleados). A mi madre le encanta estudiar y habla un poquito de inglés. A mi padre le cuestan algo más los idiomas y sólo se sabia los números. Era una buena oportunidad; qué menos que intentarlo (y si salía mal, Sevilla siempre estaría allí…). Fueron unos momentos muy buenos: los cuatro juntos en Guernsey (y los perros). Ambos encontraron trabajo al poco tiempo (mi madre a los cuatro días de camarera de pisos y mi padre a las dos semanas en la lavandería de mi hotel). Después de estar tres años parados en Sevilla, fue un subidón (y más a su edad, 55 y 56 ¡y sin saber el idioma!). La parte negativa era verlos deslomándose a estas alturas de la vida.
Mi madre fue jefa internacional de aduana de la fábrica de industria y confecciones del Corte Inglés en Sevilla desde que tenía 15 años. Cerraron la fábrica y echaron a todos a la calle con tres duros. Vio como desmantelaban el lugar al que tantos años había dedicado y cómo mandaban la confección a Marruecos. Después de 38 años cotizados, tuve que ver a mi madre con 55 años fregando váteres en Guernsey… Es muy duro que, después de tanto tiempo de sacrificio, sólo le sirvan los últimos 20 años trabajados para cotizar la pensión.
Mi padre, que siempre tuvo un trabajo más físico, perdió cerca de 20 kilos en unos meses. Subía sacos de ropa para las camareras de piso por las escaleras (los ascensores del hotel son sólo para los clientes), reponía toallas y ropa de cama, etc.
A pesar del duro trabajo, se sentían motivados, más jóvenes, y se sentían felices aprendiendo inglés. Se quedaron sólo los seis meses de temporada alta. Después regresaron a Sevilla.
A los pocos meses, mi hermano también decidió irse. Yo me quedé otro año más en la isla para perfeccionar el idioma un poco, para verme más segura y buscar trabajo en Inglaterra. En diciembre de 2015 encontré trabajo en Mullion, un pueblo situado en Cornwall (a unos 10 km del punto más al sur de Inglaterra). Es un sitio maravilloso y mágico. Trabajo en un hotel que tiene playa propia y unas vistas maravillosas. Todo muy verde e inmensamente grande. ¡La gente muy amigable y familiar! Es donde verdaderamente he tenido contacto con gente local y con su forma de vivir y de relacionarse.
He vivido las elecciones de este año intensamente, con la gran esperanza de que este exilio terminaría pronto, señal de que España estaba cambiando. Cuando vi a Rajoy de presidente otra vez… para mí significaban otros cuatro años más fuera. Uf, ¡mucha tela! Me he perdido muchas cosas todo este tiempo: Navidades, cumpleaños, funerales… ¡Y es que yo no quiero hacer mi vida en otro país! Estoy aquí porque no quiero ser una carga para mis padres. En España no podría mantenerme sola, y con 30 años por cumplir estas Navidades pues… ¿qué futuro tengo? ¿Vivir en casa de mis padres y con ayudas del estado? Es complicado. Pero después de cuatro años fuera he decidido volver y probar. He ahorrado dinero para vivir unos cuantos meses e intentaré buscar trabajo; ahora con inglés, experiencia en el extranjero, currículum y cursos. Si veo que no sale nada, me plantearé irme otra vez. Pero en mi balanza pesa más el momento de disfrutar de mi familia, de mis amigos, de mis perros, de mi vida, aunque sea por unos meses.
Estos años han sido los más duros de mi vida, pero me han permitido evolucionar, aprender y crecer en todos los aspectos de mi vida. Soy más tolerante, empática, más sensible y racional que hace cuatro años. He caído mil veces y a pesar de todo he seguido caminando (con ayuda o sola). Me siento muy orgullosa de mí misma. Yo pensaba que no sería capaz de sobrevivir más de un mes fuera de España. Ahora sólo espero que llegue el 20 de diciembre para volver a casa y celebrar las navidades en familia después de cuatro años ausente.
I can’t wait!!
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