Crónica de un voto anunciado

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Ocho y media de la mañana,  calle Zorrilla, a las espaldas de los Leones que custodian nuestro Parlamento.

Nos cruzábamos mensajes, nerviosas:

—¿Has llegado ya? ¿Por dónde se entra?

—Tenéis que pasar por esa puerta —nos dijeron los vigilantes, señalando unos paneles blancos que cubrían una obra.

Con desconfianza, lanzamos la mirada más allá: ninguna entrada a la vista; parecía una metáfora de lo que había ocurrido en todos los años de lucha: tantas veces nos señalaron una entrada que resultó ser falsa o estar cerrada. Cuántas veces nos sentimos como el protagonista de Ante la ley, la parábola de Kafka: aceptamos vuestros intentos solo para que no creáis haber omitido ningún esfuerzo.

Pero detrás de los paneles apareció la puerta, como si nos hubiera estado esperando todos estos años.

Protocolo de seguridad y ya estábamos dentro del hemiciclo.  Nos acompañaron los mismos ujieres durante todo el pleno, amables, pero implacables: tenían que velar por el cumplimiento de las normas de decoro: nada de fotos, vídeos, grabaciones: nada de aplaudir ni ponerse en pie. Resulta paradójico que la expresión de júbilo por los logros esté vetada al pueblo en el templo democrático por excelencia. Pero, ea, que somos gente de paz.

Los procederes del Pleno, los turnos de palabra, y la ansiedad —¿Cuándo nos toca?.

Por fin llegó el turno al debate de la LOREG que afecta a las personas que viven en el extranjero: llegaba la iniciativa que acabaría con esta surrealistamente longeva injusticia democrática.

Confusión en las gradas (de invitados: es decir: nosotras): todavía no se vota la totalidad, primero las enmiendas, los cambios que los partidos decidieron mantener vivos para ser sometidos a votación, para subrayar su importancia; las enmiendas propuestas son recitadas solo con sus números de expediente e impulsor: intentamos hacer memoria: —¿Esta era la de la trazabilidad de voto? Caen rechazadas, una tras una. Todavía nada. No se vota el texto de la Ley aún.

En la pausa, cruzarse con algunos de los diputados que nos ayudaron en el proceso, calor aplastante y la incertidumbre y los nervios: —¿pero cuándo se vota la Proposición de Ley? —Dicen que a las cuatro. O las cinco.

Llevamos desde las nueve con las rodillas aplastadas contra el frontal del palco para ver mejor.

La agenda sigue su curso y compartimos tribuna con las grandísimas trabajadoras domésticas que hoy también logran que se reconozcan sus derechos, que se reconozca su calidad de personas: cruzamos enhorabuenas y miradas de complicidad; algunas de ellas son también migrantes: viva el activismo migrante.

Entonces, por fin, empiezan a entrar diputados en masa, el hemiciclo se llena y suena el suave (y ansiado) aviso de que la votación comenzará en cinco minutos. Son las seis menos cuarto. Primero va el Dictamen, luego la Ley.

Batet lee los nombres y apellidos de esa Ley que nos ha llenado la vida en estos años y dice, al fin: —Comienza la votación.

La sala se llena de voces que gritan: ¡Sí!, ¡verde!  y de dedos que danzan un uno hacia un lado y otro.

El panel es verde que te quiero verde:

—En consecuencia, queda aprobada la Proposición de Ley Orgánica—dice Batet. Y rompen los aplausos.

Los ujieres, que a estas alturas ya habían simpatizado con nosotras, nos repitieron justo antes de la votación que no se podía aplaudir ni levantarse ni nada. Así que apretamos los puños y dejamos correr las lágrimas, las que contenían siete años de duro trabajo de tantas personas empujando, aportando, de noches sin dormir, de tantos correos y de tantas amargas respuestas: —Lo siento, te has quedado sin votar. Una de las ujieres nos da pañuelos de papel. Nos enjugamos las lágrimas y nos decimos: —Por fin ha quedado atrás.

A todas esas personas que nos ayudaron, y por todas las voces de los más de dos millones de personas al otro lado de las fronteras: Gracias.

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El Grupo de Trabajo del Voto, formado por integrantes de diversos nodos, comienza su actividad como respuesta a la falta de información existente sobre cómo votar desde el extranjero de cara a las Elecciones Europeas de 2014.

Llevamos más de un año empollando la legislación, escribiendo a consulados y embajadas de todo el mundo, denunciando irregularidades, facilitando información de plazos y procedimientos, haciendo el trabajo que las instituciones no hacen, respondiendo a un sinfín de consultas diarias y exigiendo a la Administración información clara sobre el proceso y la supresión del voto rogado.

Por todo ello, hoy Marea Granate es un referente en la denuncia del Voto Robado, así como en informar sobre cómo rogar eso que hasta 2010 era un derecho.

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