Una historia más…

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13 de junio del 2017

Hoy no es un día más, no lo es. Mi cabeza no para de pensar a una velocidad de vértigo, en todas las cosas que han acontecido desde hace algo más de un año y medio. En diciembre del 2015, diez días antes de nacer mi segundo hijo, fui despedido por la empresa en la que en ese momento trabajaba. Un cúmulo de circunstancias hizo que la empresa decidiese echarme con un despido improcedente, y sustituirme por alguien que cubriese mejor el puesto.

En ese momento, era el encargado del servicio de recepción en la sede de una multinacional en Madrid, pero trabajaba como empleado externo, es decir como outsourcing puro, que ahora tanto se lleva en nuestro país.

Con veintiséis años y dos hijos, y a pesar de contar con más de diez años de experiencia laboral (varios empleos como comercial, agente en call centers e incluso como soldado profesional), tener estudios como técnico superior en dirección de alojamientos turísticos y hablar dos idiomas (inglés y francés), mi situación laboral era, a todas luces, precaria y una sensación de miedo y desesperanza enturbiaba la felicidad de volver a ser padre.

Por ello, decidí embarcarme en un proyecto personal para una conocida firma de sustitución y suplementos alimenticios, basada en las redes de mercadeo. Este fue un parche provisional que, si bien me aportó cosas positivas, también me alejó de poder disfrutar de los primeros meses de vida de mi segundo hijo. En medio de este proyecto, y de casualidad, encontré una oferta en Infojobs que ofrecía un curso de alemán pagado, los billetes, formación y empleo… The Job of my Life, a través del gobierno alemán y de la Unión Europea, dentro del proyecto Mobi Pro.

Acudí a una entrevista y, sin casi quererlo, estaba dentro… Se abría ante mí una oportunidad para salir de esa situación constante de agobio y miedo por la inseguridad laboral; el precio a pagar era irme con mi mujer y mis hijos pequeños, lejos de nuestras familias, hogar, idioma, costumbres…

Yo ya había padecido el tener que alejarme de mi familia, me refiero a mi padre, mi madre y mi hermano. Mi padre se encuentra en EEUU esperando a que se regularice su situación (la nueva política de Trump lo ha ralentizado todo), ya que él, su mujer y la familia de ella también emigraron a ese país para poder seguir adelante. De un plumazo, y en menos de seis meses, mi padre y mi hermano se fueron de Madrid. Sergio, mi hermano, está actualmente realizando su doctorado en otra ciudad mediante una beca de investigación (le ha tocado el gordo de la lotería) y, aunque en un primer momento fue duro, ahora está feliz. Debe sacrificarse mucho para no perder esa beca y, claro está, se siente inseguro cuando quiere pedir vacaciones etc., porque allí no está demasiado bien visto (eres un becario…).

En resumen, yo ya había sentido el peso del proceso migratorio de un modo u otro. Pero lo que venía por delante era mi propio éxodo hacia tierras germanas. Un viaje de más de dos mil kilómetros, con dos niños pequeños y mi mujer. Ella ha realizado un gran sacrificio, ya que dejó su empleo donde llevaba más de nueve años, pero donde no se sentía valorada en ningún caso, y mucho menos, realizada. De este modo, comencé a estudiar alemán en un curso intensivo, vendimos todas nuestras pertenencias (las que se podían vender): coche, muebles, electrodomésticos. Todo. Y, tras recaudar algo más de ocho mil euros con los que poder pasar el primer mes y para poder encontrar vivienda y amueblarla, el diez de julio del 2016 llegamos a Rostock, donde actualmente residimos.

Antes de venir, mi mujer y yo decidimos casarnos, antes ya lo habíamos pensado, pero como nunca teníamos una situación económica aceptable, siempre lo posponíamos. En esta ocasión, y de una forma muy modesta, decidimos unirnos de forma oficial. Aunque llevábamos ya diez juntos, era algo necesario y beneficioso en cualquier caso, al tener hijos en común, y más ahora, con motivo de nuestro traslado a Alemania, de cara al reconocimiento de derechos por parte del estado alemán.

Ahora ha pasado casi un año y ya estamos bastante asentados (yo tengo empleo en un hotel, mi mujer realiza el curso de idioma e integración del gobierno alemán y mis hijos están al cuidad del servicio de Tagesmütter, aunque en septiembre cambiarán al Kindergarten y al Krippe, respectivamente por su edad), pero el proceso ha sido muy complejo, arduo y sacrificado. Las situaciones en ocasiones nos han superado, el estrés es continuo, cada día es un reto por el idioma, las meras tareas cotidianas que en España son banales (la burocracia, las normas, las leyes, la cultura, el clima, la comida, absolutamente todo…) aquí suponen superarte. Siempre se está en estado de alerta, solo se rebaja el grado, pero nunca se está relajado. Esto tiene un precio, físico; pero sobre todo psicológico y emocional…

Desde la distancia, sigo el día a día de España y aunque añoro mi hogar, mi gente, mi país, no creo que sea posible volver. Aunque lo deseo, no quiero volver a esa sensación de indefensión e incertidumbre en el ámbito laboral. Hablan de crecimiento económico, de recuperación, del PIB… Yo solo leo que sigue habiendo desahucios, casos de corrupción, a diario y en todos los partidos políticos; sentencias contra Hacienda que declaran anticonstitucionales, prácticas llevadas a cabo y aprobadas por el propio Gobierno, sin que esto suponga nada ni afecte o tenga consecuencias políticas. Hay hijos/as de reyes que no van a la cárcel por ser hijas/os de quien son, ex-políticos que son intocables porque todos están en el ajo, procesos secesionistas sin respuesta, desigualdad social, precariedad laboral, ausencia de un proyecto de futuro para un país y una sociedad como conjunto. 

Son quizá cinco las cosas que añoro, pero son más de cincuenta las que detesto y no tolero, por ello, querida España: qué bella eres, cómo te quiero y te añoro, pero hasta que no cambies, tú y yo debemos pensarnos en la mente y sentirnos en el corazón. Simplemente, aguanta, resiste, trata de volverte mejor, para que cuando mis hijos y yo volvamos, entre todos podamos hacer de ti un lugar mejor para vivir.

Firmado: un emigrante español más

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